Nunca es tarde
Decidí jubilarme de mi trabajo de toda la vida y del que todo el mundo decía que parecía especialmente diseñado para mí. Un trabajo insuficientemente remunerado, aunque con muchas cosas positivas y valiosas que me hicieron sentir bien a lo largo de mi vida laboral y que me hizo percibir que mi trabajo tenía un sentido, un buen propósito. Mi trabajo llenaba mi vida.
Y, aunque me costó mucho tomar la decisión, finamente decidí jubilarme y cambiar mis hábitos aprovechando el tiempo libre que la jubilación me proporcionaría. Tomé la firme decisión de cumplir los sueños que siempre había tenido, estudiar, actualizarme después de muchos años en los que la dedicación exclusiva al trabajo no me lo había permitido.
Un día comuniqué a mi familia la decisión, se quedaron con los ojos como platos. Dejar un trabajo diseñado para mí que ellos tanto valoraban y que tan feliz me hacía… Aquello les descolocó. A la mañana siguiente, salí pronto de casa, me inscribí en las “aulas de la experiencia”, la sensación es difícil de describir, solo diré que sentí un gran bienestar, el de la misión cumplida.
Desde que me jubilé, mi vida ha cambiado, mi familia dice que me ve más viva y yo sigo sintiendo su cariño, mis amigas y amigos han aumentado, tengo más inquietudes y participó más de mi vida. Estoy realmente feliz conmigo misma, con mi familia, con mis amigos y con el aumento de mi participación en la sociedad. Mi tiempo es rico y variado. Mi tránsito de “Ama de Casa” a jubilada ha sido un rotundo éxito.